Un año más Iniesta ha cumplido con la tradición de San Antón, posponiendo la celebración al domingo que amaneció lluvioso pero que, poco a poco, se fue despejando hasta ver brillar el sol. Los actos religiosos comenzaban a las 12.30 con la Santa Misa en la Iglesia Parroquial. Después, el Santo salía en procesión camino a su ermita, donde esperaban el grueso de vecinos con sus mascotas. A su llegada, acompañado de la Agrupación Musical Iniestense y de cientos de personas, San Antón dio las tres vueltas al templo y el párroco de la localidad bendijo a los animales.
Ya cerca de las dos del mediodía, la Hermandad de San Antón repartió ajo a todos los presentes y, por la tarde, realizó su tradicional subasta: conejos, pollos, faisanes, dulces, tartas, diferentes alimentos y diferentes tipos de vinos, etc. Por último, sortearon un gorrino en canal de 60 kg, que tocó al número 756.
Como novedad este año, el Ayuntamiento de Iniesta y la protectora Sonrisa Animal de Iniesta, organizaron el I Concurso de Mascotas, dirigido a perros. En la categoría de más abuelete ganó Lyssa con 15 años; en categoría al perro más grande ganó Nymeria con 83 cm; en categoría al más pequeño ganó Noa con 22 cm y en categoría al disfraz más molón ganó Shira vestida de novia. Todos ellos recibieron de premio 30 euros y un saco de pienso donado por Dakota Mascotas. Los segundos premio obtuvieron una placa identificativa y una bolsa de snacks. La protectora sorteó también un jamón entre todos los que habían comprado números y recayó sobre el alcalde de la localidad, Jose Luis Merino, quien decidió donar ese jamón a la protectora para un nuevo sortero.
San Antonio Abad en Iniesta
A día de hoy, este rito festivo ha evolucionado y, en nuestros días, no tiene el significado con el que nació esta tradición. Antiguamente, la subsistencia de una familia dependía en gran medida de las mulas, que trabajaban la tierra, y del gorrino, que aportaba alimento para todo el año. Estos animales eran garantes del bienestar y de la aportación alimenticia de las familias, por ello la fiesta era muy esperada, para bendecirlos y pedir al protector de los animales que tuvieran un buen año. El reparto del pan bendito también despertaba la más profunda fe de los vecinos, que lo guardan por si enfermaba un familiar o, incluso, por si enfermaba la mula cuyo coste para adquirir una nueva era mucho más elevado que el del gorrino. En las gorrineras y cuadras se colocaba una estampa de San Antón, que se compraba en este día, para proteger a los animales,
Este día, según informa el experto y presidente del Centro de Estudios de la Manchuela, Javier Cuéllar, era tradición que las familias comieran ajo: “San Antón es un día que por tradición se preparaba ajo en las casas. También era tradición comer ajo el día de Año Nuevo y cuando nevaba”. Ahora, desde hace aproximadamente diez años, la Hermandad de San Antón prepara en torno a 150 kilos de ajo para repartir en la ermita a todos los vecinos después de dar las tradicionales tres vueltas al templo y bendecir a las mascotas: “las vueltas a la ermita se pensaba que beneficiaban tanto a personas como a animales, a las personas les quitaba la cojera y a los animales los libraba de enfermedades. La gente iba en silencio, rezando”.
Iniesta contaba también con su propio Auto Religioso de Moros y Cristianos, representado con 21 personajes y que dejó de realizarse en 1950. En la actualidad, el Ayuntamiento de Iniesta quiere recuperar esta tradición, al igual que hizo con la Función General de Reyes Magos.
La fiesta del patrón de los animales terminaba con una carrera de mulas, que iban enjaezadas, la cual trascendía por toda la travesía de Iniesta todavía sin asfaltar. Cabe mencionar también que, antiguamente, era tradición subastar “el gorrinete de San Antón”, que se ofrecía al Santo cuando era guarín (cuando se había destetado) y se echaba a las calles con una campanilla al cuello para que fuera criado por todo el vecindario y se ofrecía el gorrino cuando alguien entendía que el Santo había intercedido para bien ante su persona o ante sus animales. Así lo dejaron reflejado Pedro Pardo y Javier Cuéllar en su libro Función General de Moros y Cristianos de Iniesta, editado por el Centro de Estudios de La Manchuela y la Asociación Cultural Egelaxta en 1998.
En un plano antropológico, el día de San Antón se conocía también como el “día del ojeo”. En un mundo en el que no existían las redes sociales ni la posibilidad de ir a los bares a conocer gente, ya que los muchachos se pasaban en el campo de sol a sol y las muchachas tenían que volver a casa antes de que anocheciera, la única manera que tenían los jóvenes de socializar y buscarse pareja era en las fiestas locales, que eran días de hermanamiento vecinal para todos, al igual que ocurre hoy en día con las fiestas. Hablaban entre ellos y, cuatro días más tarde, en San Sebastián, los chicos se declaraban, lo que se conocía como “soltar el pavo”.
Fue la modernización de la agricultura y la mecanización del campo la que hizo que esta fiesta perdiera su sentido original, ya que el sustento de las familias dejó de depender de mulas, burras, gorrinos, gallinas, conejos… Ocurrió en torno a la década de los años 60 y, poco a poco, la fiesta fue evolucionando hasta llegar a celebrarse como la conocemos hoy en día.